“Mi infancia en Jerusalem me ha hecho un experto en fanatismo comparado”.
Amos Oz. “Contra el fanatismo”.
El 31 de diciembre de 2011 pisé de nuevo las blancas piedras de Jerusalem, 18 años y 9 meses más tarde de la primera vez. Era sábado y estaba casi todo cerrado. Solo los musulmanes de la Ciudad Vieja ofrecían sus coloridas mercancías en tiendas minúsculas. Así que compré una alfombra drusa, de seda y lana, porque ofrecí jugando una tercera parte de lo que me pidió y el vendedor aceptó al momento.
El restaurante que nos recomendó el conserje del hotel Addar se llamaba Filadelfia, ignoro por qué, pues era libanés. El aperitivo preceptivo lo formaban doce platos, todos excelentes. A nuestro lado se formó una larga mesa con más de veinte comensales, al parecer integrantes de una misma familia. Antes de beber o tomar nada, se pusieron a jugar al bingo. Nos invitaron a participar. Rehusamos. Cantaban los números en hebreo.
Mucho antes de las 12 estábamos en la cama. La CNN empezó a transmitir las doce campanadas en grandes ciudades del mundo, en directo. Empezaron en Sidney, con muchos fuegos artificiales que se reflejaban en la hermosa bahía.
El 1 de enero enfilamos la Vía Dolorosa. De golpe, nos topamos con la V estación: Simón el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz. Hay un grupo de peregrinos italianos que siguen a uno de ellos que va cargando con una cruz de madera. Debe de ser bastante más pequeña que la que cargó Cristo. Los peregrinos rezan en italiano y cantan. En ese momento, un muecín cercano llama a la oración. Los sonidos se mezclan. Unos niños pasan gritando llevando un cajón de manzanas. Lorena alza el iPhone y recoge la escena en vídeo.
VI estación: Jesús cae por segunda vez. En este punto, el camino entra en el barrio cristiano.
El Santo Sepulcro, el lugar del Gólgota (en arameo, significa “cráneo”) es una gymkhana, una feria de grupos de turistas de cualquier nacionalidad. Las colas para entrar al Santo Sepulcro toman más de hora y media. Hacemos la cola, más moderada, para ver de cerca las piedras del Gólgota, custodiada por los griegos ortodoxos. El altar es una obra de arte en bronce plateado, de Doménico Portigiani, donado por un Medici en 1588. A la salida nos postramos en la Piedra de la Unción, que huele a aceite de rosas. Sobre ella fue embalsamado el cuerpo del Nazareno.
–El Jerusalén del 2012 es bastante distinto del de hace casi 19 años. Hay un montón de barrios nuevos, autopistas, museos y edificios en construcción. Ahora tiene casi 800.000 habitantes, es la segunda ciudad más poblada de Oriente Medio. El 64% son judíos, el 32% musulmanes y el 2% cristianos. La tasa de natalidad musulmana es la más alta, tan solo los ultra ortodoxos judíos se le aproximan. En la Ciudad Vieja se hacinan 33.000 habitantes pero solo el 9% son judíos. El precio de la vivienda ha subido tanto que miles de residentes salen cada año de Jerusalem por razones económicas.
Pero también la ciudad sigue siendo igual a sí misma. En diciembre hubo un aumento de los incidentes terroristas en la ciudad: 81 en total, frente a 44 de promedio del año, según datos del Shin Bet (Agencia de Seguridad de Israel). La mayor parte se llevan a cabo con cócteles molotov. Los gastos en seguridad privada se están disparando: 54 millones de shekels en 2010, 81 millones en el 2011.
Unos pocos días atrás ha habido en Jerusalem una gran manifestación en contra del auge del fanatismo haredí (ultra ortodoxos). Hace 18 años apenas encontrabas levitas de los ultra ortodoxos fuera de su barrio, el Mea Sharedin. Ahora todo Jerusalem está plagado de levitas negras. Los haredí intentan imponer sus normas en las escuelas laicas: han escupido e insultadoa varias niñas que iban con los brazos desnudos. Mientras estamos allí, dos adolescentes atacan con palos e insultan a un niño haredí. Un hombre haredí acosa e insulta a una mujer soldado, cuando esta se acerca a la parte delantera del micro para pagar. Le demanda que vuelva a la parte trasera del coche, donde deben estar las mujeres, según los haredís. La mujer de uniforme se niega. El haredí la llama “puta shiksa” (un término despectivo yiddish para una mujer no judía). Luego grita “puta, puta, puta no tienes respeto”.
–El mismo día 1, por la tarde, nos encaminamos a Belén. Hace 18 años pasamos sin problemas al territorio palestino, sin ningún control. Ahora nos encontramos una situación increíble: el acceso a la ciudad donde naciera Jesús de Nazareth y el rey Herodes se parece a una cárcel de alta seguridad. Parece Sing Sing. Varios tornos, largos pasillos enrejados, un muro de hormigón de más de 20 metros de alto, torretas de vigilancia… Lorena está atónita, no se lo puede creer. Alza su iPhone y filma compulsivamente. Pasamos al otro lado sin mostrar ningún papel, pero el otro lado es también otro mundo: un caos de taxis amarillos, vendedores, pintadas y retratos de los “mártires”. Un supuesto guía palestino que lleva una cazadora de cuero hecha jirones nos cuela por la puerta de salida para ver el lugar del nacimiento de Cristo, que está atestado de peregrinos. Un americano de los que salen protesta airadamente por nuestra trampa.
Cuando intentamos salir de Belén y regresar al territorio judío, las cosas se ponen más difíciles. Se han formado grandes colas delante de los tornos. Una cámara de televisión y una luz roja y verde. Cuando se enciende la luz verde pasan 2 o 3 personas, pero los lapsos no son regulares. Nadie sabe qué pasa. No ves a los soldados que lo controlan todo desde garitas de cristal blindado. La espera se eterniza, pero ninguno de los turistas protesta. Cuando por fin cruzamos, están atravesando en sentido contrario un grupo de trabajadores palestinos que pasan todos los días a trabajar al otro lado. Vienen sudorosos, cubiertos de polvo, pañuelos palestinos y barbas, bruscos, cabreados.
¿Cree algún judío sensato que creando “bantustanes” con altos muros van a resolver el problema palestino? Los Boers ya lo hicieron en Sudáfrica y sabemos el resultado.
–El Muro. El Muro de las Lamentaciones, lo único que queda del Segundo Templo, está tranquilo esa mañana. Una bandada de palomas pasa por encima y disparo la cámara. Allí al lado está la explanada del Templo y la dorada Cúpula de la Roca, el segundo lugar más santo del Islam y también la Piedra sobre la cual Abraham alzó el puñal contra su hijo. Lo visité todo prácticamente sin controles hace 18 años. Ahora, me dicen que hay que llegar a las 7 de la mañana por la Puerta de las Basuras para poder acceder a la explanada, pero no se puede entrar al recinto y la Cúpula, bajo control palestino. Renunciamos.
–El 2 de enero nos bañamos en el Mar Muerto, hace entre 8 y 10 grados más que en Jesusalem. El agua (si se le puede llamar así, 35% de sal, potasio, azufre, boro…) está a una temperatura ligeramente más alta que puede estarlo el Mediterráneo en verano en Alicante. Nos embadurnamos de barro negro y flotamos, ya que nadar es imposible. Estamos en Mineral Beach. En esa misma playa, el 17 de septiembre de este año, más de 1.000 mujeres y hombres de todas la edades, de 18 a 77 años, flotan completamente desnudos, para ser inmortalizados por el fotógrafo judío-norteamericano Spencer Tunick. “Deseamos concienciar al mundo del gradual deterioro del Mar Muerto”. Los rabinos ultra ortodoxos lo tachan de “prostitución disfrazada de arte”. Efectivamente, las fábricas de productos cosméticos se han multiplicado más allá de Massada. Es un enorme éxito comercial que el marketing judío explota con habilidad. Pero, claro está, contribuye a la desecación del Mar Muerto, que ha retrocedido varios metros en estos 18 años.
El 3 de enero, los negociadores israelíes y palestinos, se vuelven a encontrar en Amman, en Jordania, por primera vez desde septiembre de 2010. Los palestinos exigen detener la colonización de Cisjordania y de Jerusalem Este y negociar sobre la base de la línea de cese el fuego de la primera guerra árabe-israelí, en 1949. Netanyahu rechaza esta propuesta calificándola de “precondiciones inaceptables”. Han pasado 63 años y es del todo evidente que el tiempo juega a favor de los judíos y en contra de los palestinos. Como es evidente el enorme error del recurso a la violencia. “Lo contrario de comprometerse a llegar a un acuerdo es fanatismo y muerte” dice el judío Amos Oz.