Eran más de la una de la madrugada hora local cuando llegamos a la Plaza de la Yemaa El Fna de Marrakech en una fresca noche de mayo. Todos los numerosos chiringuitos de comida lucían muy iluminados, disputándose un puñado de turistas despistados. Un fulano de rostro cetrino nos oye hablar en español y nos suelta “Amigo, aquí no diarrea!”. “De donde sois? de Madrid, tengo un primo que vive en Getafe”. Ante tamaño argumento, nos sentamos. Un cortejo de mendigos y pedigüeños nos entretiene mientras esperamos. El cous-cous estaba bueno, sin picante, ellos piensan (en nuestro caso muy erróneamente) que a los extranjeros no nos gusta el picante. El congrio frito está pasable y los calamares incomestibles. La cena de los cuatro nos sale por algo menos de 30 euros. Hubiera pagado con gusto otros 30 por una cerveza fría.
Debe hacer unos 35 años que pisé por primero vez la plaza de la Yemaa, o “Asamblea de Muertos”, que es lo que por lo visto significa su nombre. Hace unos siglos aquí se hacían las ejecuciones y las cabezas se dejaban al escarnio público. La irregular, polvorienta y enorme plaza, es una especie de espejo cóncavo, un corroído y corrompido resto de una plaza medieval africana. Aún conserva un halo luminoso de caótico encanto. Estás a poco más de hora y media de avión de Madrid y a mil millas de Europa. Tumbuctú al lado de Oslo. Ya no están los dentistas trabajando al aire libre que tanto llamaron mi atención la primera vez. Pero al ponerse el sol hay un paroxismo de bullicio rosado que atrapa. Con las negras cobras inhiestas y amenazadores como diablos letales, bailando hipnóticas al sonido de las flautas y los tambores. Cincuenta dirhams la foto. Solo el simpático vendedor de sabrosa naranja recién exprimida (lo más barato de la plaza, seguramente) no nos cobra por hacernos la foto, nos sube a todos a su carrito y posa enseñando una ancha boca llena de dientes.
El PIB per cápita de Marruecos fue de 2.380 euros en 2013. El de España es diez veces esa cantidad. No hay otro ejemplo en el mundo de una diferencia tal entre dos países vecinos. Por eso, entre otras cosas, Ceuta y Melilla son fronteras imposibles. La riqueza anual producida en nuestro país el año pasado fue de 1,058 billones de euros; la de nuestro vecino fue de 78.000 millones de euros. Hubo otro tiempo, hace unos mil años, en el que el esplendor estaba al otro lado del Estrecho y los almorávides se daban la mano con un Califato de Córdoba que era faro del mundo. Y hace exactamente 1.333 años que el conquistador del Califato Omeya, Uqba ibn Nafi, llegó a la playa de Souss-Massa y metió su caballo en el océano Atlántico. “Pongo a Allah como testigo de que no quedan más tierras por conquistar”, dijo.
Hoy en África Occidental viven 190 millones de musulmanes y muchos de ellos, por motivos históricos, reconocen la legitimidad del liderazgo religioso que ejerce Mohamed VI, el “Comendador de los Creyentes”. Es un líder suní moderado que ejerce un papel estratégico en un continente asolado por el Estado Islámico (EI), por Al Qaeda del Magreb Islámico o Boko Haram. Atrapado en esta encrucijada está un país pujante, Marruecos, que el realidad tiene dos almas: una totalmente africana y otra que desarrolla la Ciudad Financiera de Casablanca, mucho más occidental. “Tócala otra vez, Sam”. Veremos si finalmente se sube al avión.
Los expertos en la zona te dicen que en realidad su monarca, nada constitucional, con un enorme poder, es mucho menos conservador que su pueblo. Baila una danza de delicados equilibrios, entre el partido islamista relativamente moderado ahora en el poder y los radicales de Al Adl Wal Ihsane, marginada y perseguida pero muy popular entre la población. No olvidemos que hay más de 1.500 marroquís combatiendo con el Estado Islámico en Siria e Irak. El Gobierno acaba de emprender la reforma del Código Penal. Entre sus propuestas está, por ejemplo, cinco años de cárcel para quien se burle de Dios o del Profeta; una años de prisión para quien incumpla en público el ayuno de Ramadán; hasta tres años para los homosexuales, cárcel para los adúlteros y atenuantes para los crímenes de honor. Y poligamia, siempre que la primera mujer dé su consentimiento.
Estábamos todavía en Marruecos cuando la prensa informó de la prohibición de “Much Loved”, un film de un director marroquí sobre cuatro prostitutas de lujo en Marrakech que había tenido muy buena acogida en Cannes. En las redes sociales se pide la muerte del director y de la actriz protagonista. En esos mismos días, el ministro marroquí de Comunicación y portavoz del Gobierno islamista, se encontraba de gira por EEUU con el objeto de difundir “la dinámica del modelo marroquí de reformas”.
En toda la plaza de la Yemaa, en sus innumerables cafés y restaurantes, en los chiringuitos del mercado, no es posible encontrar una cerveza.