Hace aún poco tiempo que se presentó en España un libro que ha tenido un rápido éxito no solo de ventas, como ha sucedido en muchos otros países, pues se está publicando en 20 lenguas. Está teniendo un gran impacto intelectual y generando positiva polémica. Estamos hablando de “De animales a dioses. Breve historia de la humanidad“, del joven historiador israelí , catedrático de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Yuval Noah Harari (38 años).
No es un libro más de historia sintetizada. El punto de vista desde el cual se repasa los últimos 70.000 años de historia humana, los que corresponden al Homo Sapiens, es una luminosa línea que nos lleva desde un animal más de los que poblaban la Tierra, muy parecidos a los humanos modernos, que durante nada menos que 2,5 millones de años no destacaron de otros millones de animales que compartían su hábitat. Sabemos que la Tierra fue hollada por al menos seis especies diferentes de Homo, todos humanos. Pero hace muy poco tiempo, en perspectiva, sucedió, casi de golpe, algo extraño, lo que Noah Harari llama “primera revolución cognitiva”. Esta mutación del árbol del saber consistió en el uso de un lenguaje totalmente nuevo, que no era desde luego el primer lenguaje, ni siquiera el primer lenguaje vocal, sino uno nuevo con capacidad para transmitir información acerca de cosas que no existían en absoluto. ¿Qué pasó? ¿Fueron mutaciones genéticas accidentales, como dicen sin demasiada convicción algunos antropólogos?. ¿O tal vez recibimos alguna ayuda exterior?
Aquel animal sin importancia, desvalido de la sabana, carroñero, que debía conformarse con los huesos que depreciaban los grandes depredadores, perennemente aterrorizado como presa fácil, se iba a convertir en un soplo en el rey del planeta, hasta el punto de alterarlo y poner en peligro su misma continuidad. Primero fue la revolución agrícola, que trajo las ciudades y la escritura. Luego, la revolución científica, en la que estamos en un punto crucial, pues convergen casi de golpe innovaciones muy diversas, disruptivas, estando unidos más de 3.000 millones de habitantes (5.000 millones posiblemente en cinco años más) por una Red común de información. Tal vez nos acercamos a la segunda revolución cognitiva, de imprevisibles consecuencias.
Noah Harari nos muestra que la historia del hombre es la de un inventor de ficciones, religiones, ideologías, etc., que pueden aglutinar a millones de personas en una misma tarea, meta, objetivo. ¡Qué importa que al final sean solo ficciones! Esas ficciones nos han llevado a la Luna. El poder se basa en la ficción, la nación es una ficción, el dinero también. La única realidad es el sufrimiento. La verdadera meta de la ciencia y la tecnología es la de apaciguar el sufrimiento y pacificar la vida, para que no siga siendo, como lo ha sido desde el inicio de la aventura humana, “corta, pobre y violenta”. Y es muy probable que estemos bastante cerca de ese poder, si no nos desviamos. Tenemos unos cuantos importantes proyectos destinados a poner coto a la muerte y el envejecimiento, que es sólo un problema técnico: El Proyecto Gilgamesh (el buque insignia de la ciencia, lo llaman), el Proyecto Cerebro Humano, la Iniciativa 2045, el programa de Google al respecto, los esfuerzos de Elon Musk…Pero Noah Harari nos advierte que la actual elite económica y política está más comprometida con el crecimiento, obsesionada podríamos decir, que con la estabilización ecológica del planeta, una tarea urgente y cara. Tal vez piensen que el dinero unido a la tecnología les permitirá salvarse, una especie de Arca de Noé tecnológica.”En un futuro no muy distante puede resultar que los ricos sean más inteligentes que los pobres. Y eso abre unos escenarios terroríficos”, dice.
“¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables que no saben lo que quieren?”, concluye el autor su libro de casi 500 páginas.