La televisión, tal y como la conocemos, marcando nuestras vidas en más de medio siglo, está entrando en una pendiente de bajada no coyuntural, sino de modelo. Con más retraso que la prensa, podría sucederle algo parecido a lo que acontece con los medios impresos en el mundo desarrollado, o sea, una mutación que no se arregla con recortes de costes ni ajustes, sino con un cambio total de modelo de negocio, gestión editorial y reinvención periodística.
Lo ha dicho muy claramente uno de los principales directivos del gigante global de la publicidad y el marketing WPP, Martin Sorrell, en la presentación que acaba de hacer de los resultados de la compañía: “la presión del mercado sobre los medios de comunicación tradicionales no se limita ahora a periódicos y revistas, sino también a la TV tradicional en abierto. Hemos hecho medición de audiencias en 40 países y hay una clara degradación del negocio”.
España es uno de los países europeos donde se está contrayendo con mayor velocidad la facturación publicitaria en las cadenas de TV, según informe elaborado por Digital TV Research sobre el mercado en 55 países, la mayor parte del Viejo Continente. A nuestro país le asigna un retroceso del 10% para este año. Las dos principales cadenas privadas españolas, Antena 3 y Telecinco, ya lo han notado acusadamente el año pasado y en el actual en curso, ajustando rápidamente costes y estructura, pero está claro que lo realizado hasta la fecha no será suficiente si la tendencia continúa.
En este contexto, las televisiones autonómicas lo tienen muy difícil: la misión de no perder demasiado dinero roza lo imposible. Este año costarán a todos los ciudadanos en torno a 1.000 millones de euros de dinero público, lo que es insostenible a medio plazo en las actuales circunstancias. Ya es legalmente posible liquidar, vender o privatizar una cadena pública, pero hasta ahora ninguna se ha acogido a esa posibilidad, practicando un tancredismo un tanto suicida. Destaca el caso de la TV pública catalana, que le cuesta a cada catalán 30 euros al año, pero las emisoras de la madrileña, la valenciana o la andaluza, son bombas de tiempo.
A esto hay que añadir que la publicidad en TV está perdiendo eficacia a marchas forzadas. Los datos de Kantar Media son espeluznantes: los canales españoles emitieron de media 20.481 anuncios diarios en el segundo trimestre de este año, pero realmente solo se vieron 64. En “prime time” solo se ve el 2,3% de la publicidad emitida. Por otro lado, las llamadas segundas pantallas, smartphones o tabletas, están cambiando la forma de ver televisión. Un estudio de d.core llega a la conclusión de que los telespectadores están empezando a prestar más atención a esas pantallas que a la “caja tonta”. Apple está preparando un servicio de TV que permitirá a los espectadores saltarse los anuncios.
En este contexto, no es de extrañar que nuestros vecinos franceses pongan sus barbas a remojar. La cadena pública France Télévisions anuncia que añadirá 600 despidos más a los 500 que hizo el año pasado, a pesar de lo cual perderá 40 millones de euros este ejercicio.
Un dato clave es que el número de hogares de EEUU que están suscritos a la TV por cable se ha reducido al 49% del total el año pasado, frente al 63% que se registraba en el 2000. En España, Digital+ ha perdido 88.000 clientes en el último semestre.
Mientras, las televisiones inteligentes, que te permiten ver lo que quieras cuando quieras, están penetrando con fuerza en el mercado americano, donde ya están en el 22% de los hogares. No es de extrañar que los gigantes de Internet, Apple y Google, entre otros, tengan grandes planes al respecto.