El gran juego de la energía

Miguel Ormaetxea ArroyoEn 1957, Jean Monet uno de los padres de la Unión Europea, advertía que Europa Occidental importaba una quinta parte de la energía que consumía, lo que requería con urgencia una acción política encaminada a corregir tan peligrosa dependencia en un tema vital no ya para la economía europea sino para su seguridad. Casi medio siglo más tarde esta dependencia energética ha sobrepasado el 50% y será del 70% hacia el 2030 si no se hace nada.

El pasado fin de semana, el presidente ruso Vladimir Putin se esforzó en dar seguridades a Jaques Chirac y a Ángela Merkel en materia de aprovisionamiento energético en el curso de una cumbre tripartita en El Eliseo. La Unión Europea busca desde hace tiempo un acuerdo sólido de cooperación energética con Moscú, que le suministra un tercio del gas que consume. Pero el ex dirigente de la KGB ha demostrado ser un socio tan ambicioso como maniobrero y evanescente. Recordemos que en lo más frío del frío invierno pasado, a Alemania y a otros países europeos importadores del gas ruso se le pusieron los pelos de punta cuando la crisis con Ucrania dejó sin presión los grifos europeos de Gazprom.

Poco antes del encuentro en El Eliseo, Rusia retiró una licencia a Shell en el macroproyecto que lidera en Sakhaline, presionó a Total y sembró la inquietud a los británicos de BP. Además del gas, Europa importa el 18% del petróleo que necesita Rusia. ¿Es Putin un socio fiable? Si Monet despertara, tal vez creería que Europa había perdido la guerra fría. La historia llama el Gran Juego al enfrentamiento diplomático y militar entre el Imperio Británico y el Imperio de los Zares en el siglo XIX y principios del XX, generalmente jugado en las extensas tierras asiáticas. El Imperio Británico no existe más y Putin intenta visiblemente resucitar una especia de neoimperio de influencia y hegemonía diplomática en una gran parte del territorio de la antigua URSS. Y una vez más, Asia es un terreno de juego preferente.

El mundo ha entrado en un escenario de inseguridad y transición energética, en un momento en el que el consumo mundial va a duplicarse antes de 2050. La demanda de energía mundial, que ha crecido a un promedio del 1,5% anual en los últimos 15 años, va a acelerarse hasta al menos el 2,2% para los próximos 15, según el instituto Cíclope y Rexecode. Así que la energía no es un sector más, sino un arma económica crítica y, como tal, un arma política. Pensar que en este contexto las empresas energéticas van a regirse por las sacrosantas leyes del mercado parece una palmaria ingenuidad, por mucho que Bruselas se desgañite con el catecismo liberalizador. Éste es el contexto en el que se mueve el estallido de la gran movida eléctrica esta semana en España.

Se camina hacia una solución global para el sector energético español, más o menos tutelada por el ojo del Estado. Primero, los campeones nacionales. Una especie de duopolio políticamente presentable, pero con imprescindibles ententes. España tiene buenas bazas y nadie pensará que debemos ser más liberales que los franceses, los alemanes los italianos, los portugueses y hasta los británicos, que pararon los pies a Gazprom cuando puso el ojo en Céntrica. Luego, ya veremos cómo se monta la Europa de la energía, las microempresas por un lado y la diplomacia energética por otro. Ese sí que va a ser el Gran Juego.

Septiembre 2006 – www.negocios.com

Miguel Ormaetxea Arroyo.