La célebre frase “es la economía, idiota!” parece dominar abrumadoramente el universo mediático con la actual crisis económica y financiera. Sin embargo, una parte medular de la crisis que atravesamos proviene del actual impasse en la transición del mundo analógico al mundo digital.
La irrupción de la tecnología digital está barriendo casi todos los sectores de la economía mundial, muchos de los cuales tienen grandes dificultades para llevar a cabo esta transición vital. El motivo radica en la gran diferencia que existe entre la cultura digital y la cultura analógica y la falta de preparación en habilidades digitales que muestran la inmensa mayoría de las personas con cargos de responsabilidad. Los dispositivos móviles multimedia y el desarrollo de redes telemáticas están revolucionando profundamente la forma de acceder al conocimiento, base de la creación de riqueza en el siglo XXI. Recibimos cada día unos 50 GB de información. Solo un cerebro digital está preparado para sacar provecho de esta marabunta avasalladora. La mente digital es icónica, sigue la huella visual a corto plazo, alcanzando un conocimiento basado en datos sensoriales, a diferencia de la mente analógica que procede con códigos abstractos. La emoción es la sangre de la mente digital, la empatía y la colaboración son el aire y el agua que lo alimentan. En un mundo en el que lo analógico agoniza y lo digital tiene muchas dificultades para imponerse, el consumidor digital se aburre.
La cultura digital exhibe habilidades para reinterpretar y remezclar el enorme flujo de contenido mediático, tiene capacidad de multitarea, se nutre de la inteligencia colectiva y puede seguir el flujo de la información a través de diferentes medios. La cultura digital es más adecuada que la analógica para generar ideas divergentes, para desarrollar la creatividad. Seguramente lo ideal sería mezclar códigos verbales analógicos con el lenguaje icónico digital. Pero ¿cuánta gente está preparada para ello?
El excelente informe “Project for Excellence in Journalism” elaborado por Pew Research Centre, pone el dedo en la llaga cuando subraya que una gran parte de los ejecutivos de medios de comunicación entrevistados adujeron que la mayor dificultad con la que se encontraban para sacar a los medios de comunicación de la caída libre y sin fondo en la que se encuentra, estriba en la dificultad de contratar periodistas, responsables de ventas y de marketing con fuertes habilidades digitales, en una industria que, además, se percibe como decadente. La inmensa mayoría de los periodistas en activo y en puestos de responsabilidad nos hemos acostumbrado a trabajar completamente inmersos en la cultura analógica. La mayor parte de nosotros, incluso los que trabajan en medios audiovisuales, pensamos en términos de códigos abstractos, de textos. Un periodista del siglo XXI que se enfrenta a una información, una opinión o un análisis, debe empezar por pensar qué códigos son los más adecuados para fijar y mantener la atención del público. En muchos casos, deberá mezclar varios códigos, imágenes, vídeos, infografía, textos e hipertexto. Deberá valerse de sistemas de filtrado colaborativo, de cultura colaborativa y de “crowdsourcing” periodístico, sacando el máximo partido de las redes sociales. Pero, ¿cuántos periodistas están preparados para ello, cuando las escuelas y facultades de periodismo siguen totalmente ancladas en sistemas de enseñanza analógicas antediluvianos? Eso, hablando de periodistas. No hablemos ya de comerciales, gerentes, directivos…