Hiperdesinformación

Miguel Ormaetxea ArroyoLa abracadabrante catarata mediática producida con motivo del primer aniversario del 11S me parece un elocuente signo de los tiempos. No creo que haya precedentes de un rataplán tan abrumador y global con tan magros resultados en la función básica del periodismo: aportar auténticas novedades, comunicar las causas y los efectos de fondo, transmitir conocimiento.

En la era de la hiperinformación, la banalización de los datos y los hechos a través de su multiplicación y su clonación en una galaxia de soportes que se expande hacia el infinito genera una nueva forma de desinformación.

En España tenemos un ejemplo más cercano con la hiperinformación relativa al País Vasco y el terrorismo. Su repetición da nauseas, basada esencialmente en el “periodismo de declaraciones”, está oscureciendo el tema hasta los límites de la desinformación. Nunca ha habido una falta de entendimiento y de comprensión de los fenómenos implicados como la presente.

Una derivada de este estado de cosas es que nos estamos perdiendo casi todo: no nos alertaron sobre el progresivo hundimiento de la URSS y el comunismo, de la crisis del petróleo, del estallido de la deuda, del gran parón asiático, de la borrachera del tequila o del increíble tango argentino. Ni remotamente, los sesudos rotativos financieros millonarios en lectores e influencia nos enseñaron ni una puntita de la burbuja financiera que está arruinando a tantas familias, ni mucho menos del pozo negro de Enron, de los manejos de Tyco, del calamitoso estado de WorldCom, de Global Crossing, de Vivendi, de France Telecom… La sociedad global de la información ¿es ese “capitalismo libre de fricciones” que nos propone Bill Gates? ¿O más bien el determinismo tecnomercantil que denuncia Armand Mattelard o el periodismo de mercado que fustiga Serge Halimi? ¿No necesitamos urgentemente un regeneracionismo ético, pasar de la cultura de la complacencia a una de responsabilidad, como sugiere el profesor Tom Plate?

Empecemos por hacer los deberes. Los profesionales de la información debemos buscar, en medio del laberinto diario, el dato que facilita la interpretación de los hechos, el enfoque que asuma la complejidad y nos permita comunicar conocimiento. Aunque esto sea infinitamente menos popular que “Crónicas Marcianas”, por poner un ejemplo. Y mucho más arduo, porque si la información es el elemento fundamental de la hegemonía, nos vamos a ver pillados en la mêlée del poder. Pero ahí vamos. Con mucha modestia y tenacidad, la revista Dinero lo intenta. En las páginas que siguen a continuación –y en las futuras– podrán encontrar, tal vez, algún leve soplo en tal sentido.

Octubre 2002 – Revista Dinero

Miguel Ormaetxea Arroyo