La liga de castidad

A un director de cine británico –que no a un periodista- , Chris Atkins, se le ocurrió la idea de probar la credibilidad de la prensa y los medios británicos inventando noticias con algún elemento que las hiciera por lo menos sospechosas, difundirlas como nota de prensa y esperar a ver qué pasaba. Una de ellas, el lanzamiento de un artilugio llamado “liga de castidad”, ha tenido un éxito rotundo, muy por encima de cualquier expectativa. Y ha probado hasta límites muy preocupantes lo que está ya tomando carta de naturaleza como “churnalism” o periodismo de churro-“churrodismo” podríamos traducir- o sea, el creciente auge en todo el mundo de periodismo de baja calidad, de noticias sin elaborar ni comprobar.

La “noticia” daba cuenta del lanzamiento de un artilugio denominado “liga de castidad”, una versión moderna y más “civilizada” del medieval cinturón de castidad. La liga se la ajustaba al muslo, voluntariamente en teoría, la mujer en ausencia de su pareja, por viaje u otras causas. Dicha liga tenía incorporado un chip que registraba determinadas parámetros, como más de 120 pulsaciones por minuto u otros tomados de la piel de la mujer y mandaba una alerta automática al ausente varón. De esta forma la mujer probaba a su pareja su fidelidad. La noticia incluía una foto bastante amateur del mencionado “chip”.

Es evidente que la nota “cantaba” más que en una ópera y no hay que ser Woodward o Bernstein para sospechar y buscar  las imprescindibles confirmaciones. El resultado fue apabullante: La Web del “Daily Mail” (40 millones de visitantes únicos al mes) la publicó con todos los honores en la portada y al momento se convirtió en la noticia más leída. El “Daily Star” la publicó tanto en su versión Web como en papel. Pero, mucho más allá del ámbito británico, se publicó en medios como “Times of India”, “CNET News”, “Express.de” (Alemania), “Mako.il” (Israel), “Florida Today” y “Chicago Tribune”, entre otros muchos. Nadie se molestó en consultar ni siquiera al Profesor Google, por si las moscas. ¿Acaso el periodismo de la sociedad digital traga moscas a puñados?